El aspecto exterior del edificio era imponente pero ruinoso, aunque las ajadas y desvencijadas puertas exteriores todavía lo mantenían, aunque precariamente, cerrado y secreto….
Ellos dos sabían que saltando la valla trasera se podía acceder al patio posterior; éste, comunicaba con el fondo del antiguo escenario, a través de una pequeña puerta casi completamente desarbolada de puro vieja… Yo, en cambio, pese a ser familia de los propietarios del vetusto edificio, casi no sabía absolutamente nada del mismo, y he de confesar que hasta ese momento nunca había tenido curiosidad alguna por él…
Pero la propuesta de colarnos esa tarde, de forma furtiva, era irresistible.
Esperamos rondando nerviosos por los alrededores el momento adecuado, cuando Luis dio la señal… Tras saltar rápidamente la valla exterior y forzar sin mucho esfuerzo la pequeña puerta de acceso, de repente, nos encontramos al principio de un lóbrego pasillo que iluminábamos apenas con la única linterna de que disponíamos…
Avanzamos, hasta llegar a una pequeña habitación de techo muy bajo, que a su vez comunicaba con el enorme e inquietante patio de butacas… El haz de luz de nuestra raquítica linterna, se perdía en la espesa oscuridad del negro espacio vacío y húmedo, iluminando tan solo, un caótico universo en movimiento de infinitas motas de polvo, suspendido por el tiempo y la desidia…
En penumbra, llegamos hasta el pasillo y casi a tientas nos dirigimos hacia la salida central, llegando hasta lo que parecía el hall de la entrada principal. Allí nos separamos… Fernando se quedó con la linterna, y Luís y yo nos tuvimos que apañar con cerillas y mecheros para abrirnos paso por la aplastante oscuridad que nos rodeaba…
Giré intimidado a la izquierda, llegando hasta un estrecho pasillo lateral por el que se accedía a los palcos; éste, se curvaba ligera e inquietantemente siguiendo la forma elíptica de la enorme sala, lo que hacia que no pudiese ver el final del mismo… La sensación al avanzar era como si ese opresivo, angosto y tétrico pasillo, no acabase, no tuviese al recorrerlo un final definido…
Crujían mis pisadas al aplastar papeles, cristales y pedazos de ajados marcos de madera que, seguramente, alguna vez habían orlado fotos de viejas glorias del espectáculo, hacía mucho tiempo olvidadas. De repente, unos ruidos extraños e inquietantes; rítmicos, tétricos, sobresaltaron mi ánimo erizando cada pelo de mi cuerpo de puro miedo; grité llamado a mis compañeros…
Guiado por el sonido de sus respuestas, llegué a trompicones de nuevo a la zona del patio de butacas, justo al pie de una escalera por la que se subía al escenario; sobre éste, y situado en el centro, se hallaba un fantasmagórico y destrozado piano, cuyas viejas y desgastadas teclas estaban siendo aporreadas nerviosamente por Fernando, de forma que roncas notas metálicas, desafinadas y lúgubres llenaban el espacio espantándonos…
Debido al canguelo que sentíamos los tres, instintivamente, nos reunimos nerviosamente junto al piano, y justo cuando bromeábamos golpeando de nuevo las desgarbadas y sordas teclas, sentimos un gran crujido sobre nuestras cabezas, tras el que se produjo un enorme estruendo, precipitándose sobre nosotros gran parte de la arcaica tramoya situada sobre el escenario…
De repente, aunque milagrosamente indemnes de daño físico alguno, quedamos completamente cubiertos de una polvareda sucia, espesa y asfixiante, que nuestra exhausta linterna podía apenas penetrar…
La enorme dificultad para respirar, y el gran susto en mayor medida, hizo que arrancásemos a correr casi a ciegas, espantados, tropezando, y buscando frenética y ansiosamente la salida por la que habíamos penetrado en el edificio…
Casi sin resuello nos encontrábamos en el exterior del teatro, corriendo, y alejándonos espantados a la vez que exultantes, cubiertos completamente de polvo, y con la respiración entrecortada por el gran susto, la excitación, y la carrera…
A nuestros 13 o 14 años, la experiencia había valido la pena…
Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras
Si gracias a algunos de esos furtivos casi se quema, cuando incendiaron las cortinas del telón, gracias a ellos, se cargaron un piano, no dos, uno del escenario y otro más abajo…
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Como podrás imaginar aquello fue una “travesura” de adolescencia, y estoy de acuerdo contigo que no estuvo bien. Nosotros no rompinos nada ni era nuestra intención, fue pura curiosidad…
Gracias por tu comentario.
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Una etapa realmente maravillosa considerando que los jóvenes de aquella época en realidad se movilizaban solamente por la curiosidad y la aventura…que no existía la mala intención ni el daño “por que si…”como sucede ahora…. anécdotas que se quedan en el “para siempre” de nuestra retina…Me encanto !!!!
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Fíjate si no había mala intención, que el inmueble, en cierta forma era mío. De mi familia… Era curiosidad pura lo que nos empujó allí…
Gracias por tus comentarios 🙏
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he vivido experiencias similares por eso te entiendo!!! Cariños!!!
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