Todos alojamos en nuestro organismo aunque desactivados por la inmunidad de las vacunas, al virus del sarampión, el de la varicela, la rabia, el tétanos, el tifus, la gripe o hasta el de la viruela… Ésto funciona así. Lo que no tenemos desactivado es la tendencia humana a la estupidez gregaria, al obcecamiento borrego, y a los sinsentidos ideológicos… Debería haber vacuna también para eso.
Nos hacen creer que enmascarados y encerrados en casa vamos a acabar con ésto. ¡Qué hijoputas…! En vez de en politiqueo, deberíais gastar el dinero en hospitales y en médicos, en trajes de astronauta o en cohetes a la luna; pero no nos culpéis de lo inevitable: vamos a morir todos…
Que nos vamos a infectar todos es una verdad matemática, impepinable; dos y dos son cuatro…. Es algo seguro. Ésto es tan contagioso que hasta te cascan trescientos euros de multa si te dejas la nariz fuera de la mascarilla; vamos, no me jodas… Por ello, el verdadero problema no está en que inevitablemente tarde o temprano me voy a contagiar sí o sí, sino en cómo me puedo curar… ¿No…? Otra verdad matemática y de sentido común dice, que no se debe luchar contra lo inevitable: los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía… Por eso, a invertir en hospitales.
En la edad media, la ignorancia o el sentido común culpaba a los mismos hombres, a su suciedad, a sus pecados y su comportamiento, de los estragos de las epidemias. Castigos divinos: peste, gripe, poliomielitis, cólera, tifus, viruela… Éramos nosotros los pecadores, los sucios; era Dios el que castigaba… El ser humano aún se sabía en cierto modo responsable de su destino y consciente de su futilidad. Ahora no: ahora nos creemos dioses de no sé qué mundo pero sin responsabilidades. Ahora no: ahora la culpa es de los chinos, de Trump, de Bill Gates, o del murciélago de Pedro Sánchez… Queremos una solución, queremos la vacuna, ahora; somos gilipollas…
La clave para ganar cualquier guerra está en poner la atención en tus propias zonas críticas. Pero aquí no… Aquí la atención, tramposa, la estamos poniendo en ensuciar a La Monarquía, en Franco, y en el odio viejo de la memoria de unos muertos hace ochenta años, que olvida a los viejos actuales y a otros no tan viejos, muertos sin embargo hace tan poco…
Y mientras, nos están jodiendo.
No lo dudéis: a invertir en hospitales…
Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras.